Estar llorando con la mirada perdida en ningún sitio y en todos a la vez. Imágenes que se te aparecen ante ti que hacen de tus lágrimas un pozo de rabia. En ese preciso y precioso momento es cuando sientes algo tan grande dentro de ti que crees que va a explotar.
Sigues llorando, pero sabes que algo ha cambiado.
Crece una fuerza de tu interior que nunca antes habías sentido y entonces te das cuenta de que nada va a impedirte ser feliz. No necesitas a nadie. Tu felicidad no depende de nadie. Nadie.
Bueno si. Depende únicamente de ti.
Entonces te levantas del suelo.
Te limpias la cara y te miras al espejo.
Sonríes.